*Quena, charango, zampoña.
De modo paralelo a la instalación sonora con ocho voces indígenas curada por Alfons Hugh y en la cual Sonia Falcone participa recuperando una plegaria pronunciada en la lengua aymara que ya se escuchaba hace milenios, se exhiben en esta sala instrumentos musicales autóctonos intervenidos por la artista.Del mismo modo en que, como lo comprendía Jorge L. Borges cada lengua estructura no sólo una manera de nombrar las cosas del mundo, sino una cosmovisión; los instrumentos musicales modulan una relación con la realidad.
La relación entre las voces grabadas y los instrumentos es muy interesante porque si las primeras son invisibles pueden esculpir un espacio de modo auditivo y los instrumentos contienen la potencia de sonidos que viajan en el tiempo. Para los antiguos habitantes de Tiahuanaco el futuro estaba atrás, en lo invisible, mientras el pasado y el presente están delante pues son lo que los hombres pueden contemplar. Esa noción aún estructura la lengua aymara. La Torre de Babel de nuestros días marca el sendero hacia la alteridad contenida en la existencia de cada voz y de cada instrumento.
La quena, la zampoña, y el charango son los tres instrumentos que contienen el sonido del Altiplano andino, de donde son originarios. La quena (del quechua qina) es uno de los instrumentos de viento más antiguos de la prehistoria y su versatilidad permite un registro de hasta tres octavas. En la cultura Nazca se encontraron quenas de cerámica y huesos de animales. También es muy remoto el origen de las zampoñas, llamadas siku o kikuri en lengua aymara, «tubo que da sonido». El término zampoña parece provenir de la palabra española sinfonía. Este instrumento melódico de viento está formado por tubos verticales contiguos que forman un solo cuerpo y producen diversos sonidos según su altura. En ambos casos, es el aliento humano el que hace despertar los sonidos que tienen una estrecha relación con los del viento entre los árboles y el canto de las aves. Como si los hombres se sumaran al concierto de la naturaleza. Los charangos son más tardíos. Son adaptaciones de los instrumentos de cuerda al universo natural de los andes y se fabricaban tradicionalmente con la concha de los armadillos. La intervención de Falcone es un diseño que repite la composición dinámica conformado por círculos concéntricos, depositarios de un lenguaje espiritual.
Estos instrumentos, suficientes para interpretar bellas y complejas piezas de música andina, se han intervenido con los colores que vemos en el arco iris gracias a la refracción de la luz blanca y que aparecen de modo constante en las piezas de Sonia Falcone. La quena y la zapoña se han dispuesto verticalmente sobre un soporte de madera a modo de una instalación que conjuga la resonancia visual de la franja electromagnética de estos colores, con las formas de los instrumentos que contienen potencialmente los sonidos dulces y nostálgicos de las alturas andinas. No sólo cada lengua, sino cada instrumento enriquece la polifonía de la tierra.